8. Volviendo a casa

by | Aug 16, 2019 | Serie Familia

.INTRODUCCIÓN

Quiero que leas conmigo esta cita maravillosa de Elena de White registrada en el libro El Hogar Cristiano.

“Vamos hacia la patria. El que nos amó al punto de morir por nosotros, nos ha edificado una ciudad. La Nueva Jerusalén es nuestro lugar de descanso. No habrá tristeza en la ciudad de Dios. Nunca más se oirá el llanto ni la endecha de las esperanzas destrozadas y de los afectos tronchados. Pronto las vestiduras de pesar se trocarán por el manto de bodas. Pronto presenciaremos la coronación de nuestro Rey. Aquellos cuya vida quedó escondida con Cristo, aquellos que en esta tierra pelearon la buena batalla de la fe, resplandecerán con la gloria del Redentor en el reino de Dios.” (HC. 491).

En nuestro peregrinaje de esta vida, estamos a punto de recibir la gran promesa de Jesús, muy pronto volveremos a nuestro hogar. Nuestro pasaje en esta tierra terminará, y los que decidimos prepararnos para la eternidad y aceptamos la sangre del cordero en nuestras vidas recibiremos la promesa de redención eterna…

Todo esto, pronto será una realidad, el plan de rescate se consumará y nosotros juntos a nuestras familias iremos a disfrutar de la eternidad, la Nueva Jerusalén junto con nuestro Salvador. Hoy quiero invitarte para que decidas estar allá. Que abandones tu vida de pecado y decidas llevar a tu familia contigo.

El gran deseo de Dios es que vuelvas a casa, tú y los tuyos…

¿estás listo?

I. LA PROMESA

Quisiera que juntos pensemos en un personaje de la Biblia. Su historia se registra en el libro de Génesis. Estoy hablando de Jacob. Habrás escuchado de él. Su padre se llamaba Isaac, su madre Rebeca y su hermano gemelo Esaú. La historia bíblica destaca desde su nacimiento uno de sus grandes defectos, de hecho, su nombre define su carácter. Jacob, significa nada más y nada menos que “embustero”, “usurpador”. Y eso fue lo que Jacob realizó toda su vida…

Engañó a su hermano y después le quitó la primogenitura. Le mintió a su propio padre descaradamente para conseguir la bendición que no le correspondía (aunque Dios había prometido una bendición especial) y tuvo que huir de su casa para no ser muerto por su hermano.

Fue en ese contexto, huyendo solo y con el peso de la conciencia de alguien que está escapando de su casa y de su familia a causa de sus pecados, que en medio de la oscuridad de la noche, Dios se acerca para tener un encuentro maravilloso con él.

En Génesis 28 de los versículos 10 en adelante se registra este momento. Jacob se acuesta en el suelo, con una piedra como almohada y el cielo como su cobertor. Vencido por el cansancio de su peregrinaje, Jacob tiene un sueño. Tú conoces aquel sueño. Una escalera que toca el suelo y llega hasta el cielo, los ángeles suben y bajan, y Dios estaba en la cima. 

Ahora es Dios que habla para el fugitivo, el mentiroso, el embustero y le dice:

Y he aquí, Jehová estaba en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente” (Gén. 28:13-14).

Es interesante que en este primer encuentro de Dios con Ja- cob, Dios renueva la promesa que él mismo le había hecho a Abraham y a Isaac.

  • Te daré la tierra en la que estás.
  • La descendencia de Jacob, recibiría la Sería una gran nación.
  • A través de él serían benditas todas las familias de la Tierra.

Ahora bien, ¿podía Dios hacer esto en la vida de un pecador como Jacob? Sigue leyendo lo que dice en versículo 15:

“He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho” (Génesis 28:15).

Preste atención junto conmigo a las promesas que Dios hace ahora para Jacob:

  • Estoy contigo.
  • Cuidaré de ti.
  • Volverás a casa.

Y Dios agrega, NO TE VOY A DEJAR HASTA QUE HAGA EN TI TODO LO QUE TE ESTOY PROMETIENDO…

II. RECLAMANDO LA PROMESA

Veinte años pasaron desde aquella salida vertiginosa de su hogar. Veinte años pasaron sin poder volver a casa. Veinte años “pagando” por sus malas elecciones. Sin embargo, Jacob sabía que Dios nunca lo había dejado solo. Había salido de casa con unas pocas cosas y ahora había emprendido el retorno a su hogar. Él, su familia y sus siervos con todo lo que tenían emprendieron el retorno por orden divina.

En el capítulo 32 de Génesis se registra este momento. Jacob envió mensajeros y regalos para su hermano, avisando que estaría volviendo a casa. Él buscaba el perdón de su hermano, pero en su corazón, en lo más íntimo de su ser, estaba angustiado (v7), no sólo por el temor de enfrentarse con su hermano sino también porque sabía que lo que más necesitaba era el perdón de Dios. Lo que en realidad buscaba era el cumplimiento de las promesas de Dios en su vida y él temía que sus pecados le impidierón recibir esta promesa.

Jacob llegó al vado de Jaboc. Hizo que su familia y todo lo que tenía pasase el arroyo delante de él y se quedó sólo (V22-23).

En su soledad y en medio de la noche dice el texto bíblico:

Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba” (Génesis 28:24-25).

Jacob estaba pasando por un momento de angustia. Estaba luchando no sólo por su vida. Estaba luchando por perdón y fue recién cuando su contrincante dislocó su pierna de manera sobrenatural, que Jacob se dio cuenta con quién estaba luchando. Él estaba luchando con Dios mismo. La reacción de Jacob fue impresionante.

“Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices” (Génesis 32:26).

Veinte años había esperado. Veinte años preguntándose si recibiría la promesa que le había sido hecha y ahora estaba cara a cara con Dios. él no dejaría pasar esta oportunidad. Se abrazó a la promesa y no se soltó hasta no tener la seguridad de que Dios cumpliría esa promesa. La respuesta de Dios aparece en los versículos 27 y 28.

“Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. Y el varón le dijo: No se dirá s tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido” (Gén. 32:27-28).

La promesa se cumple. El mentiroso, embustero y pecador ahora es restaurado. Dios cambió a Jacob y le dio esta seguridad de perdón cuando le cambia su nombre. Ya no sería conocido como el “pecador” ahora sería el heredero de la promesa.

El resultado de este encuentro está en el versículo 29 que dice: “Y lo bendijo allí mismo”.

III. LA ANGUSTIA ANTES DE VOLVER A CASA

¿Qué tiene que ver la historia de Jacob conmigo y contigo?

¿Qué tiene que ver con el plan de Dios para nuestra familia?

Primeramente, quiero que leas conmigo otro texto bíblico que está en el libro de Jeremías el capítulo 30 donde se predice un tiempo de angustia para el pueblo de Dios similar al que tuvo Jacob:

“Porque así ha dicho Jehová: Hemos oído voz de temblor; de espanto, y no de paz… y se han vuelto pálidos todos los rostros. ¡Ah, cuán grande es aquel día! tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado” (Jer. 30:5-7).

 Además, Jesús predijo en su sermón profético que antes de su retorno habría en la tierra un tiempo de angustia terrible.

Elena de White en el libro El conflicto de los siglos dice:

“La noche de la aflicción de Jacob, cuando luchó en ora- ción para ser librado de manos de Esaú, representa la prueba por la que pasará el pueblo de Dios en el tiempo de angustia…” (CS.674)

Unas páginas más adelante la Sra. White agrega:

“Los tiempos de apuro y angustia que nos esperan re- quieren una fe capaz de soportar el cansancio, la demo- ra y el hambre, una fe que no desmaye a pesar de las pruebas más duras. El tiempo de gracia les es concedido a todos a fin de que se preparen para aquel momento. Jacob prevaleció porque fue perseverante y resuelto. Su victoria es prueba evidente del poder de la oración importuna. Todos los que se aferren a las promesas de Dios como lo hizo él, y que sean tan sinceros como él lo fue, tendrán tan buen éxito como él. Los que no están dispuestos a negarse a sí mismos, a luchar desesperada- mente ante Dios y a orar mucho y con empeño para obtener su bendición, no lo conseguirán. ¡Cuán pocos cristianos saben lo que es luchar con Dios! ¡Cuán pocos son los que jamás suspiraron por Dios con ardor hasta tener como en tensión todas las facultades del alma! Cuando olas de indecible desesperación envuelven al suplicante,

¡cuán raro es verle atenerse con fe inquebrantable a las promesas de Dios! (CS.679)

Siguiendo esta línea de pensamiento, en el libro El círculo inviolable de Jhon y Millie Youngberg aparece un pensamiento que describe lo que venimos diciendo: 

“Todos decimos ser ciudadanos del cielo, pero se nos ha pegado mucho de la tierra. Decimos estar en el mundo y no ser del mundo, pero el mundo puede con nosotros. Nuestros pecados han sido perdonados. Dios sabe que fueron muchos. El registro está limpio, cubierto por la sangre de Jesús. ¡Pero las tendencias detrás de esos pecados son difíciles de cambiar!… Las familias que estén vivas en el momento de la venida de Jesús pasarán por una experiencia similar a la que pasó Jacob…” (ECI.78).

Antes de que el plan de Dios se acabe, y usted y yo podamos volver a casa, junto a nuestras familias debemos tomar decisiones de fe radicales. Debemos prepararnos en oración para recibir la bendición. Debemos buscar la bendición y abrazar- nos al Señor y gritar de los más íntimo de nuestro ser: “No te dejaré, si no me bendices”.

LLAMADO

Nuestra gran lucha pronto terminará. Dios prometió en su Palabra que muy pronto este mundo de pecado terminará, que su plan de rescate se cumplirá, que él llevará a sus hijos fieles a la eternidad.

Pero antes de ese momento maravilloso, el pueblo de Dios, pasará por una de las luchas más terribles. Lucharemos en oración con Dios para saber si nuestros pecados y los pecados de nuestras familias fueron perdonados. Tendremos una lucha espiritual, en la que reclamaremos la promesa de bendición y perdón total de Dios.

Tus hijos, tu esposa, tu esposo, tu iglesia… necesitan ver en ti esa pasión por recibir la bendición de Dios en tu vida. Esa pasión por ver en tu vida y la vida de tu familia el cumplimiento del plan de Dios y la seguridad de que tú y los tuyos recibirán la herencia eterna.

Hoy quiero invitarte a consagrar tu vida. Abandonar el peca- do y abandonar las tendencias que te atan a este mundo. Dejar todo en las manos de Jesús para que él cambie tu vida. Te invito a colocar tu familia en los brazos poderosos de Dios… porque muy pronto él cumplirá su promesa y nos llevará de vuelta a casa. ¿Estás listo? ¿Aceptas hoy el llamado de Dios?

¿Aceptas hoy el plan de rescate para ti y tu familia? Entonces ponte de pie y consagremos nuestras vidas a Dios

 ORACIÓN

Padre, pedimos perdón por nuestros pecados. Limpia nuestras vidas de las tendencias pecaminosas. Limpia nuestras familias. Cumple tu promesa, bendícenos. Haznos volver a casa, porque queremos estar contigo por la eternidad. Nos consagramos a ti y lo hacemos en el nombre de nuestro Señor y Salvador Jesús, amén

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