Por su reconocimiento de Jesucristo como el único Mediador y Salvador y la Biblia como única regla infalible de fe, por su aceptación de la salvación sólo por gracia y sólo por fe, la Iglesia Adventista del Séptimo Día, se inscribe, dentro del conjunto de iglesias cristianas históricas, en el tronco de los grupos religiosos herederos de la Reforma del siglo XVI.
En el tiempo presente, dentro del cristianismo, la Iglesia Adventista del Séptimo día, se presenta como un movimiento integrador de la fe apostólica, con la misión de despertar las conciencias de los hombres a la promesa de nuestro Señor Jesucristo de que el momento de su segundo advenimiento está cercano. Ésta es una de sus características fundamentales y de la que toma su nombre, por la trascendencia que dicho acontecimiento tiene para la historia del hombre.
La presencia y testimonio de la comunidad adventista, en medio de una sociedad cada día más materializada, aporta un triunfo de la dimensión trascendente sobre ese bombardeo incesante de secularización al que nos tiene habituados la vida moderna. Representa, así mismo, una comunidad de servicio y de amor, de interés y de corresponsabilidad por el mundo sufriente, por el prójimo desvalido o menesteroso.
La solidaridad de los adventistas con las víctimas de las contingencias dolorosas de este mundo, no es un tópico teórico, es un programa de acción organizado que procura mitigar el dolor, aportar apoyo y soluciones a los marginados, romper las cadenas del vicio y educar. Pero la acción social de los adventistas no se plantea como una ruptura de estructuras, sino a través de una transformación personal efectiva, que incida en un mejoramiento general de la sociedad. Esta página, a través de los textos y de las imágenes, quiere ser una síntesis de la fe de una comunidad universal de creyentes que hacen de Dios el centro trascendente de su vida y de sus semejantes el objeto de su amor, solidaridad y servicio.